Hay momentos en los que deberíamos reconocer, que es necesario detenerse para volver a replantearse quienes somos, de donde venimos y hacia donde queremos caminar. Es imprescindible tomar aire fresco, llevarlo profundamente hasta el sinfín de los pulmones y verlo salir. Hay días en los que deberíamos plantearnos si el camino seguido es el adecuado.

Viviendo en un mundo de perfectos ciudadanos que pasean por calles asfaltadas vestidos de Zara, en un país de cuatro estaciones con una educación y sanidad garantizadas, nos perdemos muchas cosas. Nos olvidamos de tener que ir a buscar el agua y pan de cada día, de caminar kilómetros para llegar a una única escuela, de temer a las aguas torrenciales, a los volcanes enfadados, a los tsunamis desproporcionados. No sabemos lo que es remendar calcetines, compartir juguetes o utilizar un lápiz hasta que ya no se ve la mina. Vivimos con tanta libertad que apenas nos damos cuenta de que podemos escogerlo casi todo.

Y entonces decidimos caminar con la cabeza alta por esas calles asfaltadas sin saludar al de enfrente, sin ver con quien nos cruzamos, subiendo el tono si alguien nos roza el hombro mientras leemos mensajes móvil en mano o echamos mal de ojos al coche que se aproxima mas de la cuenta cerca del semáforo. Ya no necesitamos hacer grupo para sobrevivir, salir a cazar juntos, compartir las frutas de temporada.

Y a pesar de tenerlo todo y poder decidir cuál es el rumbo, aún hay momentos, situaciones y vivencias que nos desbordan, nos menean, nos sobrepasan en gran medida. Son aquellos antojos de la vida que llegan sin avisar, que aparecen sin pedir permiso, que simplemente son y que estarán.

Y quizás, ese ser que llegó a tu vida fruto de un gran amor, en vez de traer pan bajo el brazo aparece con una carpeta llena de recuerdos; tal vez en vez de aparecer perfectamente organizado, llega despacito, diferente, bostezando. Te trae vivencias de hace ya algún tiempo que vienen a recordarte de donde vienes y a donde vas; vienen a enseñarte la esencia de la vida y lo importante de los momentos. A redescubrirte un mundo de sensibilidad, tacto, abrazos, caricias , besos y amor. Viene a enseñarte un mundo de capacidades diferentes, ese mundo de tan solo algunos: los nadies, los ningunos, los ninguneados como decía Eduardo Galeano.

Y que mas da si ahora caminas por arena con camiseta y chanclas de nadie, si debes pensar en las texturas de las comidas o simplemente comer lo que tengas cerca. Ya no importa si hoy llueve o apenas sale el sol, si hay tráfico por las mañanas o si se lleva de moda el iPhone X. Es ahora cuando tomamos aire fresco hacia el sinfín de los pulmones y lo vemos salir, cuando necesitamos el calor de los amigos, la mirada de un desconocido, el roce de una mano al pasar. Es ahora cuando le dirías a ese coche desconocido que te llevase a cualquier otro lugar, lejos de la realidad o tan cerca que te puedas permitir llorar.

Las personas que no pueden ser perfectos ciudadanos, pasan a ser ciudadanos de tercera, como lo es África para Europa, como lo es Europa para América. Empiezan a encontrar similitudes con el emigrante que llega de tierra de nadie, con el africano que aparece en patera, con el árabe que huye de su realidad. Y se convierten en minoría que luchan por derechos, por equidad, por igualdad. Son familias que debemos pelearnos una educación digna, una sanidad equitativa, un trato adecuado, una mirada invisible. Familias que salimos cada día en busca de agua fresca para nuestros hijos …

Y tras muchos años con los unos y los otros, me siento afortunada por haber caminado descalza, por remangar los vaqueros y agacharme a tocar un balón apepinado, también diferente, que al no ser esférico cuesta agarrar.

DEPORTE INCLUSIVO

Porque hay muchas maneras de luchar, muchas formas de resistir y unas cuantas cosas que plasmar. Porque en un campo de rugby hay jugadores y rival, colores y banderas, esfuerzo y amistad. Y no importa si las botas son de decathlon o adidas , si el patrocinador es conocido o sin igual, nos da igual si en el campo hay césped bueno o artificial. En este campo, los nadies tienen equipo, los ningunos pertenecen a un club, los ninguneados son arropados por familias.

Deseo que las diferencias, los diferentes ritmos, esas otras realidades continúen compartiendo juego. Que veamos las fortalezas y no tan solo las debilidades, que sintamos los esfuerzos, no solo las derrotas, que podamos ver mas allá de números en un marcador para concentrarnos en los de las camisetas.

Sueño con continuar yendo por un mismo camino de asfalto o de arena, pero cogidos de la mano, cantando Oh San Isi, disfrutando de los terceros tiempos y llevando en el pecho el escudo de un grupo que no ve las diferencias.

Espero ver crecer a este club a lo alto y a lo ancho, haciendo bandera de la inclusión y demostrando en la vida que lo realmente importante, es ser persona.